Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba y de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Buenas Letras «Luis Vélez de Guevara” de Écija (Sevilla), secretario general de la Asociación de Colegial de Escritores de Andalucía, miembro permanente del Jurado del Premio Andalucía de la Crítica, miembro fundador del Club de Amigos de Marruecos (constituido en el Parlamento de España), secretario general de la Asociación Internacional Humanismo Solidario y presidente de la Asociación de Amistad Andaluza Marroquí – Foro Ibn Rushd.
Es director de la editorial POÉTICAS, director de la revista digital “Hispanismo del Magreb”, codirector de la Biblioteca de Escritores Andaluces y asesor literario del Festival Internacional de Poesía de Granada.
Actualmente forma parte de los Consejos de Redacción de las revistas literarias EntreRíos (Granada), Dos Orillas (Algeciras), Sur (Málaga) y Penélope (Diputación de Jaén).
Ha publicado veinticinco libros de poesía, narrativa y ensayo. Su obra ha sido traducida al italiano, francés, árabe, inglés, sefardí, inglés, rumano y ruso y está incluida en más de cincuenta antologías de poesía y revistas especializadas, nacionales e internacionales de España, México, Italia, Argentina, Israel, Rumanía, Portugal, Inglaterra, Bélgica, Líbano, Catar, Arabia, Chile y Túnez.
Se ha especializado en la investigación de la literatura hispanomagregí, siendo ponente sobre esta materia en Universidades de España, Marruecos, Túnez y Estados Unidos, en los Institutos Cervantes de Marruecos y Túnez, y en los cursos de verano de la Universidad Internacional de Andalucía.
Poseedor de diferentes premios literarios. Está incluido en la Enciclopedia General de Andalucía.
es una antología que comprende el periodo de creación poética de José Sarria de los últimos veinticinco años y que ha sido traducida al inglés por Gordon McNeer, profesor en las prestigiosas universidades de Florida, Princetown o Georgia, siendo uno de los más destacados traductores estadounidenses contemporáneos.
La presente entrega lírica recoge aquellos poemas que transitan, meditan y toman conciencia de la existencia de los otros, de los diferentes. De ahí la inicial dedicatoria: “A los otros que abrieron mis ojos a lo que ahora es visible”.
Lamentablemente los últimos años están siendo espectadores del resurgir de un pensamiento extremista que creíamos superado y enterrado: aquel que propone que el infierno son los otros. Frente a ese discurso totalitario e intolerante, la voz del poeta, la voz de José Sarria se eleva como una encendida reflexión para invitarnos a tomar conciencia acerca de que solo podemos ser en los otros, porque el otro no solo existe sino que nos constituye.
Propuesta poética antológica, pues, que reivindica y celebra al humanismo como antídoto frente a todo tipo de intolerancia, fanatismo y extremismo, siguiendo la senda de Khalil Gibran: “La tierra es mi patria. la humanidad, mi familia” y de Kurt Vonnegut: «Sé gentil. No dejes que el mundo te endurezca. No dejes que el dolor te haga odiar. No dejes que la amargura te robe la dulzura. Siéntete orgulloso de que, aunque el resto del mundo esté en desacuerdo, todavía crees que es un lugar hermoso”.
En mi patria se extienden las arterias sin asfalto que alcanzan los confines del alma.
Volví la vista de siglos y contemplé al instante cómo mi fecundidad fue patria de reyes tartesios y de legiones romanas.
Mi corazón es ataurique y estuco, blanco estandarte de los omeyas, habitáculo de la geométrica caligrafía que engalana Madinat al-Zahra o la desmesura de las bóvedas de la mezquita Azul.
Allí, cada tarde los ángeles descendían por la escala dorada de Jacob para escuchar el arrullo de los pájaros, olían el pan aún caliente de mi madre y pronunciaban mi nombre.
Entonces, ¡era tan fácil conquistar el mundo y saborear el laurel de nuestra propia existencia!
“En una obra cargada de nostalgia, Elogio del tiempo narra una vida vivida en una tierra lejana poblada de recuerdos de gentes, lugares y objetos exóticos. El agua, la luz y el tiempo se entremezclan en estos poemas mientras José Sarria nos ofrece lo mejor que tiene para ofrecer de sí mismo. El tiempo se detiene en un patio de Andalucía donde la magia de los geranios se funde con el sonido del agua que corre y queda plasmada en el territorio común de la palabra. La vida es el recuerdo de un atardecer en las últimas horas de la medina de Fez el-Bali”.
“No son muchos los escritores que hemos leído con el poder de emocionarnos, el vigor para conmovernos y el carisma suficiente que nos permita asumir su voz lustral y generosa. Porque no todos tienen conciencia exacta del valor de la palabra y el compromiso que la acción de escribir conlleva sea cual sea la manifestación escogida para expresarse. Siempre he creído que la premisa capital para escribir debe entibarse sobre un sentimiento más allá de nosotros capaz de situarnos frente a otro ser humano, un ser humano que late íntimamente en el ardor de vivir, un ser humano que se reconoce y se espeja sin ambages en el lastimado sentir de la común naturaleza y a quien nada de lo humano le es ajeno. Solo con esta virtualidad solidaria de introspección y descubrimiento es posible crear y que el objeto de la creación transmita emociones universales, proclives a derruir fronteras y erradicar prejuicios. Después adviene el don casi sagrado de plasmar con lucidez y trasparencia las emociones que empapan el espíritu, ese dominio indómito donde la imaginación se dilata y es preciso domar a fuerza de iluminación, sutileza y pasiones sin límites.
Conozco a José Sarria desde hace muchos años. Su capacidad de análisis, superación y exégesis es admirable. Rehúye la improvisación. Prefiere el silencio a la insolvencia. Avanza sin prisa, y retrocede si es preciso, por un sendero boscoso que ni siquiera los más avezados pueden pensar que ya conocen porque nunca ha sido fácil domeñar el idioma para forzarlo a transmitir, con la misma intensidad que sentimos, la realidad que nos envuelve. Se trata de un proceso que solo algunos están preparados para iniciar y en contadas ocasiones se consigue. José Sarria se constituye en el ejemplo más notable que conozco de responsabilidad literaria y el crisol más acendrado de sinceridad poética. He seguido su andadura y lo he visto crecer en el rigor y la corrección. Su casa está abierta de par en par a todos los hombres y mujeres del mundo, porque en su horizonte no existen lejanías, ni nublos en su mirada, ni dogales que asfixien el eco de su canto. Escucho su palabra y sé que la ilumina el don más admirable, el don donde se uncen verdad, bien y belleza, el don que nos alienta como el aire vital que respiramos, el don que da la vida porque sacia la sed inmarcesible.
Entonces, ¡era tan fácil conquistar el mundo y saborear el laurel de nuestra propia existencia!
Allí, cada tarde los ángeles descendían por la escala dorada de Jacob para escuchar el arrullo de los pájaros, olían el pan aún caliente de mi madre y pronunciaban mi nombre.
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